Detroit, la mayor víctima de la crisis de la industria automotriz La ciudad creció con esa actividad, pero no se recuperó como las 3 grandes empresas

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La declaración de la bancarrota de Detroit, conocida como “Ciudad del Automóvil” por ser el centro del sector del automóvil de Estados Unidos desde hace más de un siglo, no afectará a los tres grandes fabricantes estadounidenses, General Motors, Ford y Chrysler.

En las últimas horas los tres fabricantes han emitido comunicados en los que, además de expresar su apoyo a la ciudad que los acoge, han dejado claro que la quiebra de Detroit, que posee una deuda de 15.000 millones de dólares, no afectará a sus operaciones.

“General Motors ha valorado las potenciales implicaciones de la bancarrota de Detroit y no anticipamos ningún impacto a nuestras operaciones diarias o perspectivas de negocio”, dijo la automotriz.

“Sin embargo, nuestros primeros pensamientos son para nuestros vecinos de toda la ciudad. General Motors está orgullosa de considerar Detroit su hogar y la declaración de bancarrota es un día que deseábamos que no se hubiese producido”, señaló. Ford y Chrysler se expresaron en términos similares.

 

Sin beneficio aparente

Lo que resulta paradójico es que aunque la vida de Detroit está íntimamente ligada al mundo del automóvil y su declive es en parte consecuencia de la crisis de los fabricantes estadounidenses, La “Ciudad del Automóvil” no se beneficiaron del buen momento de General Motors, Ford y Chrysler. 

El año pasado, General Motors ganó 4.900 millones de dólares y sumó su tercer año consecutivo de abultados beneficios. En 2011, el mayor fabricante estadounidense, cuya sede es un complejo de torres de cristal junto al río Detroit en el centro de la ciudad, ganó 7.600 millones de dólares. Por su parte Ford ganó 5.670 millones de dólares en 2012. Y Chrysler tuvo beneficios de 1.700 millones de dólares.

A pesar de estos significativos beneficios, Detroit no está ni cerca del esplendor que se vivía en la ciudad tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los fabricantes de automóviles necesitaban mano de obra cualificada para sus factorías y atrajeron a miles de personas.

Para la mayoría de analistas, los problemas que hoy vive Detroit se gestaron en la década de los años setenta cuando las marcas japonesas empezaron las exportaciones masivas de automóviles a Estados Unidos tras la crisis del petróleo.

Según un estudio de 2010 del Centro de Investigación Económica Aplicada, en vez de adaptar sus vehículos y procesos para mejor competir con los fabricantes japoneses, la industria estadounidense buscó la protección de su Gobierno. El informe también indicó que “al exprimir a componentes como los proveedores y concesionarios, y lograr eficiencias de costo tomando atajos, Detroit se ocupó de cambiar la percepción del público sobre sus productos. Los años de edificar la reputación se disiparon en una década”.

Cuando los fabricantes japoneses y europeos empezaron a producir automóviles en Estados Unidos, fabricantes como Honda o Volkswagen instalaron sus plantas al sur del país, donde es más difícil que los trabajadores creen sindicatos y donde los salarios son reducidos.

Los “tres grandes” de Detroit siguieron el mismo camino, como una forma de reducir sus costos e instalaron plantas de montaje en estados como Texas, Kentucky, Tenesi o Misuri, lo que provocó el éxodo de trabajadores calificados de Detroit a esas localidades. El traslado de trabajadores calificados de Detroit, en su mayoría de raza blanca, a otros centros de producción también significó la desaparición de riqueza de la ciudad.

El valor de las propiedades inmobiliarias cayó y lo mismo sucedió con los ingresos para las arcas municipales. La población que pudo escapar del declive de la ciudad lo hizo casi a la misma velocidad: de los 1,8 millones que tenía en la época de esplendor automotriz en 1950, ahora pasó a 700.000 habitantes, el 83 % de ellos de raza negra.

 

Fuente: Vanguardia

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